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El Karma según Blavatsky




El concepto de Karma es central en las enseñanzas de Blavatsky, bajo la idea de que nuestras acciones tienen consecuencias que afectan nuestras vidas futuras, en pro de nuestra constante evolución. El Karma, según Blavatsky, es la ley de causa y efecto que rige al universo, equilibrando la justicia y el progreso espiritual. Blavatsky destaca cómo nuestras acciones, pensamientos y emociones generan un flujo constante de energía kármica, moldeando nuestro devenir.


Es importante destacar que cuando H. P. Blavatsky se refiere a Karma como la "Ley de la Retribución", no alude a una "retribución divina" al estilo del cristianismo, sino que emplea el término en su sentido genuino y literal, denotando consecuencias que pueden ser beneficiosas o perjudiciales según la naturaleza de las causas que se han desencadenado. A diferencia de la concepción occidental de retribución divina, Karma no implica un juicio externo, sino que es una fuerza imparcial que guía el progreso humano. Así, la comprensión de Karma es esencial para entender la naturaleza de la vida y la moralidad en el contexto teosófico.


A continuación exponemos un fragmento de la obra "La Clave de la Teosofía", situado en la undécima sección, titulada "SOBRE LOS MISTERIOS DE LA REENCARNACIÓN", en la que Blavatsky comparte información respecto algunos aspectos de la reencarnación. Nos hemos permitido resaltar algunas de las declaraciones que consideramos de relevancia.


~ H. P. Blavatsky, La Clave de la Teosofía~

XI.

DE LOS MISTERIOS DE LA REENCARNACIÓN


LOS RENACIMIENTOS PERIÓDICOS


Preg. ¿Creéis, pues, que todos hemos vivido ya antes en la Tierra, en muchas encarnaciones pasadas, y que seguiremos viviendo de igual modo?


Teós. Lo creo. El ciclo de la vida, o más bien, el ciclo de la vida consciente, empieza con la separación en sexos del hombre animal mortal, y terminará con el fin de la última generación de hombres, en la séptima ronda y séptima raza de la humanidad. Si consideramos que sólo nos hallamos en la cuarta ronda y quinta raza, más fácil es

imaginar su duración que expresarla.


Preg. ¿Y seguimos encarnándonos en nuevas personalidades durante todo el tiempo?


Teós. Seguramente; porque esa vida cíclica o período de encarnación puede compararse muy bien con la vida humana, como cada vida de esta última está compuesta de días de actividad, separados por noches de sueño o inacción, así, en un cielo de encarnación, cada

vida activa es seguida de un descanso devachánico.


Preg. ¿Y esa sucesión de nacimientos es la que, generalmente, lleva el nombre de reencarnación?


Teós. Precisamente. Sólo por medio de esos nacimientos es como puede lograrse el progreso perpetuo de los innumerables millones de Egos hacia la perfección, y un descanso final por tanto tiempo como haya durado el período de actividad.


Preg. ¿Y qué es lo que regula la duración o las cualidades especiales de esas encarnaciones?


Teós. Karma, la ley universal de justicia retributiva.


Preg. ¿Es inteligente esa ley?


Teós. Para el materialista, que considera la ley de periodicidad que regula el orden de las cosas, y todas las demás leyes de la Naturaleza como fuerzas ciegas y leyes mecánicas, no  cabe duda de que Karma ha de ser una ley o causalidad, y nada más. Para nosotros, no hay

adjetivo o calificativo alguno capaz de describir lo que es impersonal, lo que no es una entidad, sino una ley operativa universal. Si me preguntáis acerca de la inteligencia causal que existe en ello, os contestaré que no lo sé. Pero si deseáis que os defina sus efectos y

que os diga, según nuestras creencias, cuáles son, puedo deciros que la experiencia de miles de años nos ha demostrado que son la equidad, la sabiduría y la inteligencia absolutas e infalibles. Porque, en sus efectos, Karma es un reparador seguro de la injusticia humana y de todas las demás faltas de la Naturaleza, y corrige los errores con estricta justicia; es una ley retributiva que recompensa y castiga con igual imparcialidad. Estrictamente hablando, “no respeta a persona alguna”, y, por otra parte, no se logra aplacar ni modificar por medio de la oración. Esta creencia es común a los hindúes y a

los buddhistas, pues ambos creen en Karma.


Preg. Los dogmas cristianos contradicen a ambos, y dudo que cristiano alguno acepte tal doctrina.


Teós. No; y hace muchos años que Inman nos explicó el porqué. Como dice muy bien, “los cristianos admitirán cualquier contrasentido, siempre que lo declare la Iglesia cuestión de fe . . . mientras que los buddhistas sostienen que nada que esté en contradicción con

la sana razón puede ser una verdadera doctrina de Buddha”. Los Buddhistas no creen en el perdón de sus pecados, excepto después de un castigo justo y adecuado por cada mala acción o pensamiento, en una encarnación futura, y una compensación proporcionada a las partes perjudicadas.


Preg. ¿Dónde consta esto?


Teós. En gran número de sus libros sagrados. En “la Rueda de la Ley” podréis encontrar la siguiente sentencia teosófica: “Creen los buddhistas que cada acto, palabra o pensamiento produce su consecuencia, que más tarde o más temprano ha de surgir, sea en la vida presente, sea en un estado futuro. Las malas acciones engendrarán malas consecuencias y las buenas darán buenos resultados: la prosperidad en este mundo, o el nacimiento en el cielo (Devachán) . . . en el estado futuro”.


Preg. ¿No creen los cristianos lo mismo?


Teós. No; creen en el perdón y en la remisión de todos los pecados. Les han prometido que con sólo creer en la sangre de Cristo (¡víctima inocente!), en la sangre que Él ofrendó por la expiación de los pecados de la humanidad entera, quedarán todos los pecados mortales redimidos. Nosotros no creemos ni en el perdón por medio de un vicario, ni en la posibilidad de la remisión del pecado más insignificante por ningún Dios, aunque fuese “personal Absoluto” o “Infinito”, si cosa semejante pudiese existir. En lo que creemos es en la justicia imparcial y estricta. Nuestra idea de la Deidad Universal desconocida, representada por Karma, es la de un poder que no puede errar y que no puede, por lo tanto, sentir cólera ni misericordia, porque es la equidad absoluta, que deja a cada causa, pequeña o grande, producir sus inevitables efectos. La sentencia de Jesús: “Con la misma medida con que midiereis seréis medidos vosotros” (Mateo, VII, 2) no hace alusión ni por la expresión de la frase, ni implícitamente, a esperanza alguna de salvación o perdón, por medio de tercero. He aquí por qué, reconociendo nuestra filosofía la justicia de esa sentencia, nunca podemos recomendar bastante la compasión, la caridad y el perdón de las ofensas. “No resistas al mal” y “devuelve el bien por el mal” son preceptos buddhistas, que fueron predicados en vista de lo implacable de la ley Kármica. Hacerse el hombre justicia por sus propias manos, siempre es un acto de orgullo sacrílego, puede la Ley humana usar de medidas restrictivas, no de castigos; pues el que creyendo en Karma se venga y se niega a perdonar las ofensas, a devolver bien por mal, es criminal, y sólo a sí mismo, se perjudica. Karma castigará seguramente a aquel que en vez de confiar a la gran Ley la reparación, interviene por cuenta propia en el castigo, pues con ello crea una causa de recompensa para su enemigo y un castigo para sí mismo. El infalible Regulador señala en cada encarnación la calidad de la que le sucede y la suma de mérito o de demérito de las anteriores encarnaciones determina el siguiente renacimiento.


Preg. ¿Hemos, pues, de inferir el estado pasado de un hombre por su presente?


Teós. Sólo hasta el punto de creer que su vida presente es lo que había de ser en justicia, para redimir los pecados de la vida anterior. Por supuesto, nosotros —exceptuando los videntes y los grandes adeptos— no podemos, como mortales ordinarios, conocer lo que esos pecados fueron; dados los pocos datos de que disponemos, nos es imposible determinar lo que debe haber sido la juventud de un anciano; y por las mismas razones, tampoco podemos sacar sólo por lo que vemos conclusiones decisivas de la vida de un hombre, de lo que haya podido ser su vida pasada.


¿QUÉ ES KARMA?


Preg. Bien; ahora explicadme qué es Karma.


Teós. Como ya he dicho, lo consideramos como la Ley Última del Universo, la fuente y el origen de todas las demás leyes que existen en la naturaleza. Karma es la ley infalible que ajusta el efecto a la causa, en los planos físico, mental y espiritual del ser. Como nin-

guna causa deja de producir su debido efecto, desde la más grande hasta la más pequeña, desde la perturbación cósmica hasta el movimiento de nuestras manos, y como lo semejante produce lo semejante, Karma es aquella ley invisible y desconocida que ajusta

sabia, inteligente y equitativamente cada efecto a su causa, haciendo remontar ésta hasta su productor. Aunque incognoscible, su acción es perceptible.


Preg. En este caso nos hallamos con lo “Absoluto”, lo “Incognoscible”, y no tiene gran valor como explicación de los problemas de la vida.


Teós. Al contrario. Porque si bien ignoramos lo que Karma es per se y lo que es su esencia, sabemos cómo opera y podemos definir y describir su modo de acción con exactitud. Sólo ignoramos su Causa última, precisamente como la filosofía moderna, que admite que la

Causa última de las cosas es “incognoscible”.


[...]


Preg. Pues bien; decidme, en términos generales, cómo describís vosotros

esta ley de Karma.


Teós. La describimos como una Ley de ajuste, que siempre tiende a restablecer el equilibrio perturbado en el mundo físico, y la desarmonía en el mundo moral. Decimos que Karma no obra siempre en tal o cual sentido particular, sino que siempre lo hace de modo que restablece la armonía y el equilibrio de la balanza en virtud del cual existe el Universo.


Preg. Dadme un ejemplo.


Teós. Más adelante os lo daré completo. Pensad en un estanque. Cae una piedra en el agua y produce ondas que perturban su tranquilidad. Esas ondas oscilan hacia atrás y adelante, hasta que al fin, gracias a la operación de lo que llaman los físicos la ley de disipación de la energía, se calman y vuelven las aguas a su estado anterior. De igual modo procede toda acción, en cada plano, ante una perturbación en la armonía del Universo; y las vibraciones producidas de este modo, seguirán oscilando hacia atrás y adelante, si su área

es limitada, hasta que quede restablecido el equilibrio. Pero como cada una de esas perturbaciones parte de un punto dado, claro está que sólo puede restablecerse el equilibrio y la armonía volviendo a converger hacia aquel mismo punto todas las fuerzas puestas en movimiento desde éste. Aquí tenéis una prueba de que las consecuencias de los actos de un hombre, así como las de sus pensamientos, etcétera, deben reaccionar todas sobre él mismo con la misma fuerza con que fueron puestos en acción.


Preg. Pero no encuentro en esa ley carácter moral alguno. Me parece igual a la sencilla ley física de que la acción y la reacción son iguales y opuestas.


Teós. No me sorprende oíros decir esto. ¡Tan inveterada es entre los europeos la costumbre de considerar la razón y la sinrazón, el bien y el mal, como cuestiones que dependen de un Código de ley arbitrario fijado por los hombres o impuestos por un Dios Personal! Pero nosotros los teósofos decimos que “Bien” y “Armonía” (así como “Mal” y “Desarmonía”) son sinónimos. Además, sostenemos que todo dolor y todo sufrimiento son resultados de la falta de armonía, y que la causa terrible y única de la perturbación de aquélla es el egoísmo, en una forma u otra. Por consiguiente, Karma devuelve a cada hombre las consecuencias precisas de sus propios actos, sin tener en cuenta para nada su carácter moral; pero, puesto que recibe lo que le es debido por todo, es evidente que tendrá que

expiar todos los sufrimientos que haya causado, exactamente del mismo modo que recogerá con júbilo los frutos de la felicidad y armonía que haya contribuido a producir. No puedo hacer más en vuestro beneficio que citaros ciertos trozos sacados de libros y

artículos escritos por aquellos de nuestros teósofos; que tienen una idea correcta de Karma.


[...]


Y ahora os aconsejo que comparéis nuestro punto de vista teosófico sobre Karma, la ley de retribución, y digáis si no es más filosófico y justo que ese dogma cruel y absurdo que convierte a “Dios” en un despiadado enemigo; en particular la doctrina de que “sólo los elegidos” serán salvados, condenándose el resto a eterna perdición.


Preg. Sí; comprendo vuestra idea general, pero quisiera que me dieseis un ejemplo concreto de la acción de Karma.


Teós. Esto no puedo hacerlo. Sólo podemos estar seguros, como antes dije, de que nuestras vidas presentes y circunstancias actuales son el resultado directo de nuestros propios actos y pensamientos en vidas pasadas. Mas los que no somos videntes o iniciados no podemos saber cosa alguna respecto a los detalles sobre el modo de operar

de la ley Kármica.


Preg. ¿Puede alguien, aun entre los mismos adeptos o videntes, seguir en sus detalles ese proceso kármico de restablecimiento de la armonía?


Teós. Seguramente. “Los que saben” pueden hacerlo, mediante el ejercicio de poderes que existen latentes en todos los hombres.


Preg. ¿Puede aplicarse esto igualmente a nosotros que a los demás?


Teós. Igualmente. Como se acaba de decir, para todos existe la misma visión limitada, excepto para aquellos que han alcanzado en la presente encarnación el apogeo de la visión espiritual y de la clarividencia. Sólo podemos comprender que si hubiesen tenido que

ser diferentes las cosas para nosotros, lo hubiesen sido; que somos nuestra propia obra y que sólo tenemos nuestro merecido.


Preg. Me temo que semejante concepto sólo sirva para amargar aún más nuestro ánimo.


Teós. Creo que es precisamente lo contrario. La falta de creencia en la justa ley de retribución es lo que más fácilmente despierta todos los sentimientos de rebelión en el hombre. Tanto el niño como el hombre sufren mucho más por un castigo o hasta por una re-

primenda que creen inmerecida, que por un castigo más severo si comprenden que lo han merecido. La creencia en Karma es la razón más alta para que un hombre se conforme con su suerte en la vida, y el estímulo más poderoso para mejorar, por medio del esfuerzo, el próximo renacimiento. Ambas cosas quedarían destruidas, seguramente, si supiésemos que nuestra suerte es resultado de algo que no fuese la Ley estricta, o que el destino se halla en otras manos que las nuestras.


Preg. Acabáis de afirmar que ese sistema de reencarnación bajo la acción de la ley kármica se impone ante la razón, la justicia y el sentido moral. Pero si es así, ¿no es sacrificando en parte las hermosas cualidades de la simpatía y la compasión, y a costa de los sentimientos más delicados de la naturaleza humana?


Teós. Sólo en apariencia, mas no realmente. No puede hombre alguno recibir más o menos de lo que merece, sin una correspondiente injusticia o parcialidad respecto a los demás; y una ley que gracias a la compasión pudiese eludirse produciría más sufrimientos y mayores desgracias e irritación, que beneficios. Tened también en cuenta que no administramos la ley, puesto que creamos causas para sus efectos; ella se administra a sí misma; y además, que la más amplia previsión de la manifestación de la compasión justa y de la misericordia la hallamos en el estado de Devachán.


Preg. Habláis de los Adeptos como de una excepción a la regla de nuestra ignorancia general. ¿Saben éstos realmente algo más que nosotros acerca de la reencarnación y de los estados futuros?


Teós. Sin duda alguna. Gracias al desarrollo de facultades que todos poseemos, pero que sólo ellos han perfeccionado, han penetrado espiritualmente en esos planos y estados que hemos discutido. Desde las más remotas edades, una generación de adeptos tras otras ha venido estudiando los misterios del ser, de la vida, de la muerte y del renacimiento, y todos han enseñado a su vez algunos de los hechos que así aprendieron.


~ * ~


El concepto de la Ley del Karma es sumamente extenso y sutil, siendo uno de los temas más cruciales para comprender cómo opera la realidad. Para explorar a fondo el concepto de Karma según Blavatsky es útil realizar la lectura completa de "La Clave de la Teosofía", así como todas sus obras, donde aborda en detalle este tema. Dos secciones fundamentales se encuentran en "La Doctrina Secreta", específicamente en el Volumen 1 y el Volumen 2. 



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Dharma Atma que se traduce como enseñanza o ciencia del alma, es un movimiento de orden iniciático que introduce al buscador de la verdad al estudio de las fuerzas ocultas de la naturaleza

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